1 Lacan J., «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis» [Roma, 1953], en Escritos, Volumen I, siglo xxi editores, México 1976, p. 138.
Les invitamos de antemano a este segundo encuentro de dimensión europea — cuyo objetivo primordial es crear una cohesión continental entre España, Francia, Italia y la zona plurilingüe — para el que obviamente solicitamos vuestra colaboración y les agradecemos que registren desde ahora la fecha.
Interrogamos el peso de los orígenes, pues cada cual, al haber nacido en algún lugar, en una coyuntura histórica precisa, y de padres particulares, lleva las marcas del vínculo social propio de la generación anterior. La transmisión de la gran historia también depende de ello tanto como las singularidades subjetivas. ¿Pero qué se constata? “Lo que sucede [se passe]” entre las generaciones, que hay que distinguir de lo que se transmite [passe], regularmente va [se passe] mal. Las generaciones se denuncian entre ellas, eterna disputa entre los antiguos y los modernos, los jóvenes y los viejos… Porque educar es uno de los oficios imposibles, decía Freud. Todo padre sueña en controlar lo que transmite a su descendencia, para reconocerse en ella y “para su bien” — piensa. El fracaso es secular, está asegurado incluso en los mejores casos. Sin embargo hay algo que pasa a través de lo que va [ce qui se passe] mal entre las generaciones, pero que es otra cosa, y que el psicoanálisis aclara.
Los sujetos que vienen a “decirse”, ineluctablemente no pueden hacer menos que hablar de sus antecedentes, de las condiciones de su nacimiento y de su desarrollo. En el relato de este mito familiar del neurótico siempre hay demanda de amor frustrada, deseos insatisfechos y goces insuficientes, Freud hizo el diagnóstico de estos sufrimientos originales en su tercer capítulo de Más allá del principio de placer. Una emergencia ineluctable de lo que Lacan llamó “el pariente traumático”. Este es el núcleo originario de lo que se hereda de aquellos que nos engendraron y marcará todas las relaciones futuras del sujeto con el Otro con el signo de la re-petición. Así que algo se inaugura a través de lo que sucede.
Necesariamente mediante el discurso recibido, y supone una lengua. Los accidentes de la historia, enfermedad, guerra, hambruna, etc., están sin duda alguna en el principio de otros traumatismos, pero por lo que respecta a la causalidad de las subjetividades, lo que es determinante es «la manera en que se le ha instilado un modo de hablar»1. De ahí por otra parte el fracaso de la educación. Lacan dio su razón en una de las fórmulas más convincentes: imposible dar cuenta del deseo que operó en ella. Es este deseo informulable lo que constituye la hiancia del proyecto educativo y objeta sus demandas. Resultado: lo que se transmite por debajo a través del deseo — y que preside a las identificaciones, puesto que estas «se determinan allí por el deseo»2 — es incalculable, pero inevitable su vínculo con todos los índices de la castración del Otro. Por ello a veces, y entre otras, las figuras improbables que surgen en las familias más ordenadas. Habría que hablar entonces de las sorpresas de lo que pasó, y sin duda también de los casos en que, a la inversa, una demanda férrea llega a asfixiarla para “nombrarles para”, como dice Lacan. Pero el discurso recibido no vehicula solo el deseo, también porta un orden de goce, y el decir parental con su deseo singular e incalculable es también tomado en un orden que lo supera, con la identidad de las costumbres y los hábitos corporales tan esenciales para el sentimiento de identidad. Aquello de lo que se ven privados los sujetos precisamente en el exilio. Sin embargo no podrían verse privados de las palabras de su lengua y del goce que esta condensó, primer y último anclaje de lo que llega de los antecedentes. El inconsciente no se hereda, pero habla en una lengua transmitida y que fija una parte del ser de goce
1 Lacan, J., «Conferencia de Ginebra sobre el síntoma», en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial,
1998, p. 124.
2 Lacan, J., «Del trieb de Freud y del deseo del psicoanalista», en Escritos, Madrid, Siglo XXI, 2009, p. 811.
Hay sin embargo otra parte que no viene de los antecedentes, que no pasa: el síntoma como fixión de “un evento de cuerpo”. Lo inverso de lo que se transmite, el evento, un goce que sobreviene pero que no estaba en el programa del discurso y que tampoco es sin lalangue. Contrariamente al deseo, el síntoma acontecimiento de cuerpo no es del Otro, al contrario, separa de él. Freud, con su Edipo de familia, de hecho una configuración de las relaciones con el Otro, pudo suscitar la esperanza de reducir mediante el psicoanálisis los problemas sexuales de los neuróticos, pero los hechos clínicos resistieron mucho y esta esperanza se perdió a medida que se percibía que la sexualidad misma es síntoma, al ser gobernada no por el orden discursivo, sino por los inconscientes singulares.
Jornada de Escuela y Jornadas de la IF
Roma, 9 – 10 y 11 julio 2021
Lugar: Roma Eventi / Piazza di Spagna
Via Alibert, 5A – 00187 Roma
Una Disputatio no es un collage de opiniones diversas, sino una argumentación entre varios [à plusieurs], (según el espíritu colegial que es el nuestro), en lo posible racional.
Patrick Barillot
Allí donde Freud creía que el núcleo traumático era lo propio del neurótico, Lacan generaliza el pariente1 traumático a todos los hablantes.
A lo que no pasa, el para todos del pariente traumático, Lacan añade lo particular de lo que pasa entre las generaciones. Sustituye el núcleo traumático freudiano por lo que él llama la roulure2, es decir: “el aprendizaje que soportó el analizante de una lengua entre otras, que es para él lalangue”3.
El término roulure probablemente haya que entenderlo en su connotación de licencia sexual, puesto que roulure es un término peyorativo para designar a una prostituta.
La roulure nos indicaría por tanto que lalangue singular, que le viene al niño del Otro, vehicula los goces de este Otro y a este respecto algo pasa del uno al otro.
Que la lengua materna pueda ser vector de una forma de goce vuelve a encontrarse en la característica de toda lalangue calificada de ser una obscenidad, y sabemos que la obscenidad en Lacan hace referencia al goce de los cuerpos.
Al hacer equívoco entre esta obscenidad y la otra escena de Freud, con esto nos indica que lalangue es parte interesada de esta otra escena, es decir lo inconsciente, que el lenguaje ocupa.4
1 En el sentido de uno de los padres (padre o madre). [NdT]
2 Roulure es un substantivo formado a partir del verbo rouler, rodar. Se trata de la acción de rodar. También se llama roulure a una mujerzuela. [NdT]
3 J. Lacan, Seminario XXIV, L’insu que sait de l’une-bévue (inédito), lección de 19 de abril de 1977
«Es así como se expresa formalmente, a saber, que a medida que el sujeto enuncia algo más cercano a su núcleo traumático – este supuesto núcleo, que no tiene existencia, no hay más que roulure, el analizante es tal como su analista, es decir… como señalé al invocar a mi nieto …el aprendizaje que soportó de una lengua entre otras, que es para él lalangue…»
4 Ibid, «Cualquiera que sea lalangue es una obscenidad. Lo que Freud designa con – perdónenme aquí el equívoco – l’obre-scène, es también lo que llama l’autre scène (la otra escena), la que ocupa el lenguaje con su estructura, estructura elemental que se resume en la de la parentela.»
Patricia Dahan
Réplica a este abordaje de lo que pasa
La asociación de los dos términos, lalangue y obscenidad, es poco frecuente en Lacan, pero se deduce de sus dichos. En la «Conferencia de Ginebra»1 Lacan precisa que lo que va a “sustentar el síntoma” se encuentra en la materialidad de las palabras, el moterialismo, es decir, lo de goce que se expresa en lalangue. Un poco más adelante, en esta misma conferencia, compara al niño con una “criba que se atraviesa, a través de la cual el agua del lenguaje llega a dejar algo tras su paso”.2
La lengua, antes del aprendizaje de la lectura y de la escritura, es puro goce de lo hablado, los afectos se expresan directamente en lalangue para el niño. Hay lo que se transmite a través de la educación y la cultura y lo que pasa, lo que atraviesa la “criba” para dejar en ella algunos detritos, cuyos fragmentos puede revelarnos el análisis y sorprendernos.
1 J. Lacan, « Conferencia en Ginebra sobre el síntoma».
2 Ibidem
Colette Soler
Réplica: Sobre «roulure», una lectura posible
En efecto, el término designa literalmente, desde el siglo XX a una prostituta. Una trabajadora del goce ciertamente, pero del Otro, el amo masculino. También es posible un uso figurado. Lacan lo usa en Televisión, evocando como roulures «los furcios que constituyen una reserva para el clasicismo»1. ¡Nuestros grandes, Corneille y Racine, entre otros, cuyas obras callejean al servicio de los modos de goce propios del discurso del amo cuando inventan la noción de “gloria” en la que el uno de lo político y del amor se unen! Aplicado a la generación que instila lalangue al niño esto dice que el uso de lalangue de la generación educadora es una “édupation”2 — al servicio de un discurso.
1 Cf. Lacan J., «Televisión», en Otros escritos, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 552. [NdT]
2 Término forjado con “educación” condensando éducation y duper, que en francés significa engañar, embustir. [NdT]
Patrick Barillot
A partir de este baño de lenguaje obsceno, el sujeto es entonces marcado, a nivel de su inconsciente, por estos signos de goce fuera de sentido ordenados por el discurso parental. Desde el origen se establece un lazo entre las generaciones a un nivel inconsciente, y al leerlo Lacan hace de ello la estructura elemental del parentesco2.
Un modo también de cuestionar el abordaje Lévi-straussiano de las estructuras elementales del parentesco. Cosa que otros ya se habían dedicado a hacer, como el antropólogo Rodney Needham, al cual Lacan se refiere3.
Podríamos cuestionarnos entonces hasta qué punto las manifestaciones de los distintos modos de lo hablado del inconsciente – sueño, lapsus, pasando por el fantasma y el síntoma –, hunden sus raíces en esta lengua transmitida.
Se plantea también la pregunta sobre el interés que podría encontrar el analizante en percibir los efectos del discurso privado en el que se ha constituido.
1 Esta viene a inscribirse en la continuación de la precedente Disputatio 1.
2 Ibid., El parentesco en cuestión pone en valor este hecho primordial de que se trata de lalangue.
3 Rodney Needham, en Rethinking Kinship and marriage (1971) terminaba su introducción con estas palabras: El término «parentesco» es pues sin duda alguna engañoso y un criterio erróneo para la comparación con los hechos sociales. No designa ninguna clase distinta de fenómenos ni ningún tipo distinto de teoría. No responde a ningún canon de competencia ni de autoridad.
Colette Soler
Réplica a la Disputatio 2
Entre el traumatismo descrito por Freud en su tercer capítulo de «Más allá del principio de placer», que es para todos y para siempre, y los efectos de lalengua dicha traumática de Lacan, ¿es necesario elegir?
Considero que es lo mismo. El “genitor traumático” que describe Freud sin nombrarlo como tal, no es traumático sino porque habla y usa entonces lalengua. Pero no usa lalengua sino en el discurso del que se abevera su progenie. Nunca se ha visto a un genitor traumático atenerse a los balbuceos de la lalación pasado el breve tiempo de lo que se nomina a veces bêtification¹, habría que decir más bien la bébêtification. Entonces, su discurso tiene una finalidad que nunca falta: devolver al pequeño a las normas de lo que se llama educar. Útil por otra parte para hacer sociedad, pero la cuestión reside en la parte respectiva a lo que corresponde a lalengua y al discurso en el efecto traumático.
1 Da bêtifier, en francés “hacer estupideces”. [NdT]
Diego Mautino
Réplica a la Disputatio 2, a propósito del parentesco:
A propósito del interés que el analizante podría encontrar al darse cuenta de los efectos del discurso privado del que se ha constituido; es notable que el sujeto imputa al Otro, no a su inconsciente, sino a su parentesco, el traumatismo, la falta de goce del que sufre. «Si nos damos cuenta que no hablamos que de emparentamiento o de parentesco, nos viene la idea de hablar de otra cosa, y es precisamente en lo que el análisis, a veces, fallaría. Pero es un hecho que todo el mundo no habla que de esto.»¹
Los sujetos que vienen “a decirse”, hablan del núcleo original de sufrimiento heredado de aquellos que nos han generado, y esto marca todas las relaciones del sujeto al Otro del signo de la re-petitio. Algo que se inaugura a través de lo que sucede [ce qui se passe] entre las generaciones², y la psicoanálisis reproduce esta producción³. Es en la medida en que esta converge en un significante que emerge para colmar el agujero en el Real – eso hace troumatismo⁴ – que la neurosis se ordena conforme al discurso cuyos efectos han producido el sujeto.5.
1 Jacques Lacan, Le moment de conclure, Leçon du 15 novembre 1977.
2 Cf. Colette Soler, Presentación del Tema: Lo que pasa entre las generaciones, Jornadas del IF, 2° Convención Europea, Roma 2021.
³ «Esa neurosis, que no sin razón atribuimos a la acción de los padres, solo es alcanzable en la medida en que la acción de los padres se articula justamente por la posición del psicoanalista». Jacques Lacan, El saber del psicoanalista, Lección del 4 de mayo de 1972, en El seminario, Libro 19, …O peor [1971-1972] , Editorial Paidós, Buenos Aires 2012, p. 149.
⁴ Troumatisme, neologismo compuesto por trou [agujero] y trauma. [NdT]
5 «Todo padre [parent] traumático está en suma en la misma posición que el psicoanalista. La diferencia es que el psicoanalista, por su posición, reproduce la neurosis, mientras que el padre [parent] traumático la produce inocentemente.» Ibid.
Clotilde Pascual
Podemos hablar de lo más íntimo y lo más extraño, aquello que para Freud era lo siniestro1, y que desde Lacan le damos el nombre de lo traumático del goce. Es lo que Lacan denominó con el nombre del Uno sólo2, el Uno del goce, sin el Otro, que habita en el seno de lalangue. Sin embargo, las generaciones interpelan con la pregunta, ¿cómo hacer con el goce del Otro? Ante esto, surge la insistencia del Uno del goce, por fuera de toda semántica, ya que esta dimensión de goce deja al sujeto confrontado con la soledad. Se ve bien en el síntoma del niño, como exponente de lo sintomático de la pareja parental.3 Ese goce del niño no se puede atrapar, en el mejor de los casos hace un síntoma propio, como acontecimiento de cuerpo.4
1 Freud, S.,Lo siniestro [1919], OC, Biblioteca Nueva, Tomo VII.
2 Lacan, J., Seminario 19 …o peor [1971-1972], Editorial Paidós, 2012, páginas 162, 163.
3 Lacan, J., «Nota sobre el niño», El Analiticón nº 3, página 17.
4 Soler, C., Presentación del tema de las Jornadas de la IF, Roma, 10/11 julio 2021, en Lo que no se hereda.
Carmen Gallano
Para Lacan “pasa” entre las generaciones lo traumático del verbo, del malentendido. “Formáis parte de la cháchara de vuestros ascendentes […] nadaban en el malentendido a cual más” — nos dice en su último seminario, antes de irse a Caracas. Entonces, lo que nos sostiene en el inconsciente se enraíza en esa transmisión del malentendido, de generación en generación1. Solo que el niño se defiende de esa locura separándose con su fantasma, con el que se engendra en la falla del Otro. ¿No podríamos decir entonces que el fantasma hace existir al Otro que no existe con una versión, la del sujeto, la de su ser, la suya propia? ¿No es eso lo que “no pasa” entre las generaciones? ¿No es el Otro sino versión fantasmática? El síntoma deja al sujeto solo, con un real que expresa la falla de ese fantasma, un retorno de lo real a la subjetividad, malestar que permite el psicoanálisis…
1J. Lacan, « Le malentendu», in Ornicar? 22-23, 16-VI-1980.
Marina Severini
Cuando se viene al mundo el Otro está ya ahí y se lo encuentra, en uno u otro modo, encarnado in primispor las figuras parentales. Los primeros lazos tienen consecuencias, algo pasa. Sin embargo, nadie es determinado por su Otro familiar y es el motivo por el cual, por fortuna, no se pueden hacer previsiones fiables sobre cómo será el recién nacido. Cada vez hayde lo impredecible, el inconsciente hace de cada quien uno diverso de todos.
Las mentiras de dos niñas (1913) interesan a Freud porque vienen de niñas bien educadas y su rasgo sintomático no está tomado del Otro familiar, es una producción propia, o mejor de aquel extraño íntimo que está siempre al trabajo.
En el trabajo analítico los sujetos parecen no poder prescindir del llamar en causa las figuras parentales, en general para acusarles de aquello que “pasó mal”¹; la ética del psicoanálisis reconduce cada uno a su responsabilidad por la posición que toma sea con respecto al Otro que en lo que lo separa del Otro, ese goce fijado por un evento de cuerpo fuera de programa. Aquí, ninguna herencia.
1 Colette Soler, «Lo que pasa entre las generaciones», Presentación del tema de la 2da Convención europea, Jornadas de la IF, Roma 10, 11 julio 2021.
Isabella Grande
Lo que no pasa pero es lo propio, lo inédito de cada uno
Cuando se encuentra lo que hace obstáculo, lo que no pasa de este legado del Otro, precisamente ahí donde se trata de algo que se sustrae, que rechaza realizar el goce del Otro1, es precisamente ahí que aparece la singularidad, lo inédito, disidente respecto a la mera adhesión a servir de apoyo a lo que está ya, impuesto.
¿Se podría quizás decir que es precisamente lo inédito que hace objeción, la equivocación en un acto de obediencia a revelar la singularidad del inconsciente? Quizás sí y esto no se hereda!
Lo que no se hereda, tal vez, es la chance de ser, aprendiendo la confianza en lo que balbucea del nuevo, en lo que toma fuerza del deseo intransmisible que puede aflorar de aquello que del Uno-soloes más allá del apelo al Otro.
1Cf. Soler, C., «La relación sexual entre las generaciones», en La querella de los diagnósticos, Formaciones clínicas del Campo lacaniano, Colegio de clínica psicoanalítica de Paris, Curso 2003-2004, Letra Viva, Buenos Aires 2009, pág. 170.
Paola Malquori
Lo que no pasa del luto
En la carta a Binswager del 12 de abril de 1929 a propósito de la muerte de su hija Sophie, Freud dice que en el luto queda algo de inconsolable, un resto de líbido que no podrá invertirse en otro lugar, algo queda invertido en el objeto perdido y no logra pasar a nuevas inversiones furturas, añadiendo que es el único modo de continuar el amor. Siendo la identificación la primera forma de lazo hacia el otro, nos interrogamos, en los distintos momentos del análisis, momentos de fin y de pasaje ¿qué es lo que queda de las antiguas identificaciones que se deshacen en el curso de la cura, dejando el puesto al final del análisis a la identificación al síntoma? ¿Son las identificaciones que no se deshacen del todo, algunos restos que no pasan, aquellos que dan cuenta de la oscilación entre luto y entusiasmo al final del análisis?
Es posible participar en el debate completando el formulario que se encuentra en el Espacio Debate, luego su comentario será enviado a la Comisión Científica, el remitente recibirá una respuesta por correo electrónico antes de la publicación.
Lengua(s) y pase
Elisabete Thamer
Ha sido una opción de nuestra escuela desde su creación: los carteles del pase son internacionales, por ende, plurilingües. Desde el inicio de nuestra experiencia común del pase, no hemos renunciado nunca a esta opción. Innovadora en relación a la invención de Lacan de 1967, esta elección plantea interrogantes relativos al pase y su relación con la lengua, con las lenguas, con lalengua. ¿Qué es la transmisión en el pase? ¿Cuáles son sus límites? ¿Qué debe discernir un cartel? ¿Las traducciones son una pérdida o un recurso para el pase? ¿Cuáles son las consecuencias de esta diversidad de lenguas en el dispositivo del pase para el trabajo de Escuela?
El pase es una experiencia de transmisión, un intento, para el que se arriesga, de hacer pasar a la Escuela aquello que lo ha llevado a tomar el relevo del analista. Ahora, el pase, como la cura, no tiene otro médium que la palabra y, al igual que en un análisis, es esencial que el pasante testimonie a los pasadores en una lengua que ellos compartan. Pero compartir una lengua ¿garantiza de por sí una transmisión “fiel”? Nada es menos cierto: «Una lengua entre otras no es otra cosa sino la integral de los equívocos que de su historia persisten en ella.»1
Diferentes elaboraciones de Lacan, todas cruciales para el pase, apuntan hacia los límites del lenguaje y de la palabra articulada: «aporía de su reseña»2, decía. Aporía del deseo (incompatible con la palabra3 incluso el del analista), aporía del objeto, del acto (donde el sujeto es subvertido), de lo real, del goce opaco del síntoma, del decir que ex-siste a los dichos… ¿Cómo extraer entonces en cada testimonio del pase, en aquello que se dice, lo que escapa a las redes del lenguaje? ¿Es a fin de cuentas una cuestión de lengua?
Ninguna lengua por sí sola podría asegurar una transmisión sin falla. Las elaboraciones de Lacan sobre lalengua lo hacen evidente. Siempre singular, lalengua – «de la cual está hecho el inconsciente»4 – no se reduce a una lengua dada: «lalengua no tiene nada que ver con el diccionario, cualquiera sea.»5 Se puede compartir poco o mucho una lengua, en ningún caso una lalengua.
En nuestra Escuela, el pase implica su carga de traducción. En primer lugar, aquella del pasante mismo, que debe encontrar las palabras para decir lo que sabe, él. Luego está la “traducción” que hace el pasador de lo que ha entendido para transmitirlo al cartel. Y, finalmente, la traducción del testimonio recogida en las lenguas habladas por los miembros del cartel. Esta marquetería de lenguas en torno a un testimonio ¿favorecería o sería un obstáculo para la aprehensión de la lógica de los dichos y de sus consecuencias?
El plurilingüismo en el dispositivo del pase favorece, desde el punto de vista práctico, una mayor flexibilidad para la composición de los carteles y contribuye a tejer lazos de trabajo de Escuela a nivel internacional. Lengua(s) y pase es un tema que condensa al mismo tiempo lo más estructural y singular de la experiencia del pase y de la dimensión política de nuestra Escuela. Esperamos que este encuentro sea la ocasión para reflexionar y compartir los diferentes aspectos de nuestra opción inicial.
1 Lacan J., «El atolondradicho», Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 514.
2 Lacan J., «Discurso en la Escuela Freudiana de Paris», Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2014, p. 281.
3 Lacan J., «La dirección de la cura y los principios de su poder», Escritos I, siglo veintiuno editores, México, 1976, p. 272.
4 Lacan J., Seminario XX, Aún, Paidós, Barcelona, 1981, p. 166.
5 Lacan J., El saber del psicoanalista, Charlas en Sainte-Anne [1971-1972], Clase 1 del 4 de noviembre de 1971, Versión íntegra, Buenos Aires, pag. 9.
El pensamiento humano tiende constantemente a la totalidad, como sabemos, de ahí al totalitarismo no hay más que un paso.
Sigmund Freud buscó la solución de una cierta preservación estrictamente formal de su discurso, en la editorial por él creada a tal fin, a la espera de que algún día algún lector pudiese rescatarlo en su verdadero decir. Lo encontró, años después, en Jacques Lacan.
Éste, más audaz o quizás más advertido, inventó el dispositivo del pase. Frente a la lengua común de la transmisión académica, apostó por las lenguas singulares, una por una, de cada análisis. No es una respuesta defensiva, como podemos observar, es una apuesta decidida, riesgosa, que apunta a la estructura misma.
Si tomamos el ejemplo de Babel, vemos la argucia de Dios. No impide construir la Torre, simplemente descompleta la lengua común y parece ser que con buenos resultados. Argucia similar la que nos presenta Lacan, no se ataca la jerarquía, solo se descompleta con el gradus. Si eventualmente algo puede hacer la contra a la lengua común no será otra cosa que la singularidad de cada una de las lenguas que el dispositivo del pase permitirá, eventualmente también, escuchar.
Esa fue la apuesta.
No fue muy bien recibida, la carta a los italianos da perfecta cuenta de ello.
La posterior disolución de la École freudienne de París también lo confirma.
Luego, la adopción sin mucha esperanza de la École de la Cause freudienne lo corrobora.
La invención freudiana, en la espera de un rescate que parecía imposible, propició la aparición de un lector que supo recoger su legado. La invención lacaniana no apunta a lo mismo, no queda a la espera de un lector, propicia más bien una multiplicidad de lenguas, el balbuceo propio de cada una de ellas, su dispersión por el mundo, como la auténtica Babel, a la espera de lo nuevo, un auténtico trabajo de transmisión colectivo.
En 1973 Lacan afirma que la interpretación analítica inventada por Freud concierne “al orden de la traducción”, que siempre provoca una pérdida, añadiendo: «y bien, de lo que se trata, en efecto, es de que se pierde; se palpa, ¿no es así?, que esta pérdida es lo real mismo del inconsciente.»1 Esta pérdida es real, depende de la relación sexual imposible de escribir y surge al final de la cura como lo que llamo el resto intraducido [intraduit]. Acontece que ese residuo de la interpretación sea abordado bastante de cerca en el procedimiento del pase.
Elisabete Thamer lo ha recordado en su argumentación de presentación: los carteles del pase se quieren sin duda plurilingües. Esta dimensión me parece tanto más preciosa en cuanto permite desmarcarse de un movimiento emergente en nuestra época. El caso de la poetisa Amanda Gorman, ocurrida a pesar de ella, sobre su poesía The Hill We Climb, escrita para la investidura del presidente Joe Biden, es edificante. Ya que Gorman tiene un color de piel llamado negro, algunos piden que sea traducido por un poeta que tenga el mismo color. Conocemos la lógica que se basa en estas reivindicaciones de reconocimiento social.El analista no está ahí para juzgar los fenómenos sociales, sino para intentar interpretarlos. Los poetas no son inmunes a las prisiones identitaria de lo imaginario. ¿Significa esto que un poeta sólo puede ser traducido correctamente por otro del mismo color? Y este color debería detenerse en el color de la piel o también en el género, sabiendo «que puede haber mujer color de hombre u hombre color de mujer»2; ¿Y por qué no, también, hacer de ello una cuestión de generación, inclusive de geografía? En esta lógica puramente identitaria, un poeta sólo puede ser traducido por un semejante del mismo color de piel, del mismo género, de la misma generación, del mismo país. Sólo él mismo podría eventualmente ser autorizado a traducirse.
Si nuestra Escuela – es decir, cada analista en su práctica – está orientada, lo está precisamente por lo real de la no relación sexual, a la que objeta el objeto a, justamente definido por Lacan como «pérdida en la identidad»3. Nuestra Escuela no puede ir en la dirección de la corriente segregacionista e identitaria de la época, porque el analista conoce las recomendaciones de Lacan sobre lo que debe saber: «a lo que su epoca lo arrastra en la obra continuada de Babel, y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes.»4 La discordia de las lenguas no tiene nada que ver con las lenguas nacionales, porque esa aloja en el corazón de cada ser hablante. El analizante, necesariamente en búsqueda de sí mismo en sucura, tropieza con estos fragmentos de lenguaje fuera del sentido que el discurso interior de sus pensamientos inconscientes repara en su fondo.
La cura, como los dispositivos internacionales del pase, obran contra todo entre-sí, teniendo en cuenta el color no todo traducible del ser hablante. «El ser del color»5 de sexo nodice mucho del sujeto, nos recuerda Lacan. Yves Bonnefoy, poeta y ensayista francés, se preguntaba, cómo traducir, poéticamente, el color rojo de tal flor efímera con la ayuda de la palabra rojo que expresa el concepto eterno de un color
1 J. Lacan, entrevista en France Culture en julio de 1973, con motivo del 28° Congreso de psicoanálisis internacional en París y publicado en Le Coq-Héron, N° 46-47, París, 1974.
2 J. Lacan, El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires 2009, p. 114.
3 Cf. « perte dans l’identité » en J. Lacan, Le Séminaire, livre XVI, D’un Autre à l’autre, Paris, Seuil, 2006, p. 21. [Tr. ns.]
4 J. Lacan, «Función y campo de la palabra y del lenguaje», en Escritos, volumen I, siglo veintiuno, México 1971, p. 138.
5 J. Lacan, El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 114.
En la diversidad de lenguas de nuestra Escuela, hay una “lengua” común: la de Lacan y la de Freud, de las cuales se derivan las demás “lenguas hermanas”. La mayoría de nosotros aún estamos en el balbuceo de esa lengua común.
En la presentación del tema de la Jornada de Escuela “Lenguas y pase”, Elisabete Thamer menciona un pasaje del Saber del psicoanalista: «lalengua no tiene nada que ver con el diccionario, cualquiera que sea.» . Un poco antes de decir eso, Lacan hace un lapsus, pues queriéndose referir al diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, lo menciona como “diccionario de filosofía”. A propósito de ese lapsus, que a Lacan no le pasa desapercibido, dice “vean el lapsus. En fin, esto bien vale el Lalande”, que era un conocido diccionario de filosofía de mucho éxito durante décadas.
Lalande elaboró su diccionario entre 1902 y 923. A comienzos del siglo XX, había un optimismo globalizador alrededor de la exposición universal de París, y se organizó una delegación para la adopción de una lengua auxiliar internacional, que acabó fragmentada en 1907 al reñir los partidarios de la dos lenguas artificiales que se postulaban como universales: los esperantistas de Zamenhof, y los idistas del falso marqué de Beaufront.
En el 2021 estamos más bien en el pesimismo global por efecto de la pandemia y bajo los efectos disgregantes de los diferentes nacionalismos de distinto signo.
Antes de hacer ese lapsus, Lacan estaba planteando la frontera entre saber y verdad. Frontera en la que se sostiene el discurso analítico. Es justo después de hablar de esa frontera cuando hace el lapsus al decir filosofía en vez de psicoanálisis.
Desde el público de la sala, ante ese lapsus y el comentario de Lacan “esto bien vale el Lalande”, alguien dijo “¿lalangue”?, añadiendo con ello otro lapsus. Lacan dice que, a partir de ese momento va a escribir lalengua en una sola palabra. Es entonces cuando plantea que “Lalengua no tiene nada que ver con el diccionario”. Añade que el inconsciente tiene que ver sobre todo con la gramática y con la repetición, es decir, una “vertiente totalmente contraria a aquello para lo que sirve un diccionario”1. La vertiente útil para el psicoanálisis en la función de lalengua es la lógica.
Cuando hablamos del pase, ¿hablamos la misma lengua? ¿Se escucha (on entendre), se entiende, lo mismo por pase en todo el mundo? ¿Es la misma “lengua” la que apunta al pase en tanto que localización del paso al analista -siempre tan inatrapable-, que la que apunta al sinthome, a un saber apañárselas, o la que apunta a la satisfacción del fin?
Estas “lenguas” del pase, mejor que no se transformen en un diccionario de filosofía. ¡Perdón!, quise decir de psicoanálisis. Ese efecto podría hacer del psicoanálisis una lengua muerta.
La recolección de los diferentes testimonios del dispositivo del pase hace de este más bien un depósito de lo que en ellos se deposita, los sedimentos de lo que, de lo real no es alcanzado con la palabra, y que se trata de transmitir, demostrar. “¿Dónde mejor que he hecho sentir que con lo imposible de decir se mide lo real?”. 2 Depósito pues, de un saber no todo.
¿Cómo es posible que, a pesar de la “marquetería de lenguas” -como lo llama Elisabete- implicadas en el testimonio de pase, se puede concluir con una nominación de AE, a pesar de los efectos de pérdida que siempre hay en la traducción: del pasante al pasador, y del pasador al cartel del pase multilingüe? Ella se pregunta “¿eso favorece, o es un obstáculo para la aprehensión de la lógica de los dichos y de sus consecuencias?”3. Respondo con otra pregunta. Si se trata de la aprehensión de la lógica de los dichos, ¿es tan importante la diferencia de lenguas?
En la traducción de esa “marquetería de lenguas” no solo hay pérdida, sino que también hay un plus que se deriva de ese paso de una “lengua” a otra. Eso ocurre cuando pasamos de la lengua corriente a un equívoco de lenguaje. El malentendido de los que somo hijos, es un plus de garantía para no confundir saber y verdad. Está también el plus de la transferencia de trabajo que se crea con los carteles multilingües.
Por supuesto que en todo esto, habría que hacer la salvedad de que la diferencia de lenguas no debería de ser tan grande como para que ni siquiera se escuche lo que se transmite, y sea todo un malentendido.
La apuesta es cómo demostrar “las tres dicho mansiones de lo imposible tal como se despliegan en el sexo, en el sentido y en la significación”4, y no haciendo de ello una verdad religiosa, y para evitar caer en el diccionario. Es una apuesta que nos une en la diversidad de nuestras lenguas y sus malentendidos.
Frente a la tendencia homogeneizante de la globalización, lo múltiple de lenguas que siempre resisten, insisten. Frente a la “lengua” líquida de la posverdad, que desconecta al sujeto de aquello que lo causa, la Escuela promueve, sostiene, defiende la opción de religar a los sujetos con la palabra, con su verdad, con el saber que no se sabe. Es así como entiendo lo que dice nuestra Carta cuando dice que “La Escuela se dedica a cultivar el Discurso analítico”.
1 J. Lacan. El saber del psicoanalista. 4-11-1971
2 J. Lacan. El atolondradicho. 1972
3 Elisabete Thamer. Presentación del tema de las Jornadas de “Lenguas y pase”
4 J. Lacan. El atolondradicho.
Lacan a reinventado el inconsciente diciéndolo real. Podemos decir que reevalúe dos veces la hipótesis del inconsciente, inventando dos significantes nuevos: en 1973, con lalangue, y en 1976, con l’une-bévue. Sustituyendo con l’une el prefijo negativo alemán Un- de l’Unbewusst, Lacan dice inventar «algo que va más lejos que el inconsciente»2 – más lejos que la lectura que hace Freud en su análisis de los sueños. El inconsciente es la equivocación [bévue] generalizada: se equivoca el significante, se equivoca de Uno. De lo consciente y de su negativo, el un-equívoco [l’une-bévue] hace del Uno, lo hace así como el anverso y el reverso de la banda de Möbius no hacen sino Uno. Pero es del Uno que falla el cambio de lo sabido a lo no sabido [du su à l’insu]. En l’une-bévue hay del Uno que decepciona, hay decepción [déçu], hay el dé-su3 del saber de un «yo sé» que tenga consciencia. La conciencia recibe un golpe: no tiene otro soporte que permitir un equívoco y, en consecuencia, se parece mucho al inconsciente, que es responsable de todos esos equívocos que nos hacen soñar en nombre del objeto causa de equívocos que Lacan llamó el objeto a4.
No sólo Lacan reduce el sueño, vía regia del inconsciente para Freud, a un equívoco [bévue] sino que otorga una prioridad al lapsus, al acto fallido y, sobre todo, porqué es «algo en lo que uno se reconoce», al chiste. Pero, ¿dónde se reconoce? ¿En el pase? Lacan reporta, cosa rara, una anécdota de su histoeria[hystoire]: su hermanita Madeleine, Manène – como ella misma, para quien el «yo» habría sido aún mucho, se designaba de pequeñita –, le había dicho un día, a él que tenía dos años y medio más que ella (debía ser en 1906-1907), no «yo sé» sino «Manène sabe»5. Es a través de ella, expresándose en tercera persona, que Lacan dice haber tenido que hacer con la conciencia en una forma que hacía parte del inconsciente, a través de ella que se daba como portadora de saber, «ella qui s’ailait à mourre »6, al margen de lalangue de done el saber alza su vuelo. Es este saber qui s’aile à mourre, que se trata de reconocer en el pase, del que Lacan dice que él no lo ha avistado sino a tientas y que no nos afrontamos con lo real (el del nudo borromeo que su puesta en plano da para leer) sino en la oscuridad. El que lo lleva [l’amène] a decir que el pase es como algo que no quiere decir nada sino « reconocerse entre sí [entre soi]», o más bien «en la oscuridad [entre soir]» en la que el inconsciente se reconoce. Lo que retorna, escribe incluyendo entre paréntesis un a-v después de la s, en el «reconocerse entre saber [entre s(av)oir]».
Arrugando un poco la palabra «saber» para que su Ave7 se borre, se ponga entre paréntesis, Lacan inventaba un significante nuevo del que esperaba que tuviera un efecto, el de servir de testigo a pasar en la oscuridad donde el saber [s(av)oir] del inconsciente se reconoce a tientas.
1 L’une-bévue, que suena como la una-equivocación, ‘traduce’ por homofonía la palabra alemana, freudiana, para inconsciente: Unbewusste.
2 J. Lacan, L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre », lección del 16 noviembre 1976 (inédito).
3 Escritura fonética de “déçu”, decepcionado.
4 Ibid., lección del 10 mayo 1977.
5 Ibid., lección del 15 febrero 1977.
6 Referencia a la expresión “qui s’aile à mourre”, homofónica de “c’est l’amour”, es el amor.
7 Escritura fonética de “a-v”.
Lacan plantea el pase como el dispositivo donde escuchar ese no-todo de donde surge el analista, aquel que lleva “la marca” que le dejó su propio análisis, y que a sus congéneres les tocará “saber hallarla 1”.
¿Marca de qué? de un deseo inédito, de haber cernido el propio horror a saber, de haber captado el espejismo de la verdad y así poder testimoniar de la verdad mentirosa 2, todo para poder responder a la pregunta que Lacan se formula y lanza a los analistas, ¿Qué es lo que empuja a alguien a autorizarse, a hystorizarse por si mismo, y ocupar el lugar del analista?
Del entusiasmo producido por “haber cernido el horror a saber 3”, a la satisfacción como afecto que marca el fin del análisis4, lo que se espera recoger en el pase tiene que ver sobretodo con los efectos subjetivos producidos por la cura, efectos que se traducen en afectos.
Estos afectos, el entusiasmo, la satisfacción, pueden captarse sea cual sea el idioma en que se expresen, ya que no se trata del sentido, sino de algo que traspasa las palabras, los significantes. Algo que depende de que se haya logrado depurar el sentido hasta tocar los efectos de lalangue que afectan el goce.
La preeminencia del significante sobre el significado orienta nuestra práctica analítica. No se trata de “comprender” el relato del analizante, sino justamente de captar lo disonante, lo que se repite, los equívocos, para llevarlo al límite donde “el espacio de un lapsus ya no tiene ningún alcance de sentido 5”.
Evidentemente para conducir un análisis hay que hablar la lengua del analizante, pero, en el Cartel del pase, no se trata de hacer un análisis del análisis del pasante, sino de recoger su testimonio, de recoger los efectos, imposibles de calcular, que tuvieron para él su encuentro con ese “saber sin sujeto” implicado en lalengua. Tal como dice Colette Soler en Wunsch n.10, no se accede a ese saber, pero se puede ceder sobre el “no quiero saber nada de ello y captar algunas nociones, puntuales y efímeras”.
Por ello, en un Cartel multilingüe, aun si se precisa la traducción, estas nociones puntuales y efímeras si se captaron, pasan. Ya que, ¿no es precisa siempre una “traducción” cuando hablamos, cuando pasamos por las palabras aquello que el lenguaje no alcanza a cernir?
La satisfacción que marca el fin de análisis se escucha no por una conclusión articulable a los significantes del sujeto, al sentido de su síntoma, sino por los virajes que modificaron su modo de gozar del síntoma y afectaron su práctica clínica y también en los puntos de detención, en la imposibilidad de ir más allá en el desciframiento.
Se trata pues de escuchar si se dio al final del análisis la satisfacción que permite poner fin a la deriva infinita del sentido, al “espejismo de la verdad, del que sólo cabe esperar la mentira 6”, y encontrar así el límite de lo imposible de elucidar, para, habiendo podido experimentar lo finito del análisis, poder ocupar el lugar de objeto causa para sus analizantes.
Cuando estos efectos que son de afecto se dan en un testimonio, eso pasa, y produce efectos también en los que están concernidos en el pase. El pase es una experiencia que toca a los pasadores y a los miembros del Cartel, y cuando algo pasa provoca en ellos la íntima convicción de que “hay del analista”.
1 J. Lacan, “Nota italiana”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 329.
2 J. Lacan, “Prefacio a la Edición inglesa del Seminario 11”, Otros escritos, ibid., p. 601.
3 J. Lacan, “Nota Italiana”, op. cit., p. 329.
4 J. Lacan “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, op. cit., p. 600.
5 Ibid, p. 599.
6 Ibid.
El pensamiento humano tiende constantemente a la totalidad, como sabemos, de ahí al totalitarismo no hay más que un pas
En ocasión de la Convención europea de Roma que se perfila en el horizonte, me parece oportuno, luego de los últimos carteles del pase en los que he participado, cuestionar la estructura del pase o más bien del cartel internacional del pase en la EPFCL.
Los carteles plurilingües funcionan y han procedido a algunas nominaciones de AE. Nos cabe preguntarnos acerca de las virtudes del plurilingüismo y sus eventuales límites. En estos carteles internacionales coexisten dos o incluso tres lenguas, y es habitual que los participantes, además de su propia lengua materna, entiendan al menos otra lengua.
La practica muestra que el bilingüismo no es requerido para entender « si [ça] pasa o si [ça] no pasa». Au contrario, y es mi primer observación, la falta de perfecta maestría de una lengua no constituye un obstáculo real porqué en efecto, lo que se capta en el intercambio entre los miembros del cartel, es justamente la manera en la cual una lógica se desprende a través de los testimonios de los pasadores. Y es esta lógica la que permite de entender, o al menos percibir o sentir lo que el análisis ha realmente modificado para el pasante en diversos registros: respecto a su historia y sus momentos cruciales, a su relación con lo real, a la respuesta aportada a la no-relación sexual, al goce irreducible, a su relación con el psicoanálisis. Que el cartel espere poder relevar esas mutaciones pone en valor los efectos de un análisis y en fin de cuentas el pasaje del análisis personal al psicoanálisis, a la causa analítica.
Sabemos que el fin de un análisis no prejuzga lo que será, devendrá este análisis en su acto pero el pase debe poder dar al cartel algunas indicaciones que por otro lado pueden hacer soporte ala nominación. Esto explica aquello, en particular el número relativamente bajo de nominaciones en confrontación con el numero de personas presentándose al pase.
Es posible, en el après-coup, captar lo que ha sido decisivo en un análisis, lo che ha desvelado al pasante su posición de sujeto dividido, S, y el irreducible de su goce sintomático del que deberá tener cuenta en su oferta de psicoanalista? Si han habido nominaciones desde hace algunos años, debemos admitir que los carteles plurilingües han podido poner el dedo sobre los efectos imaginarios inevitables ligados al hecho de «conocer» el pasante precedentemente a su demanda de pase, y por lo tanto evitarlos. Análogamente los efectos de sentido se hallan reducidos mientras pueden muy bien interferir si se hace uso de una sola lengua: ¡conocemos los inconvenientes ligados a la creencia que se entiende la misma cosa cuando se habla la misma lengua! Son todas estas expectativas las que el cartel internacional pone en cuestión y a las que hay que añadir lo que pasa [ce qui se passe] para los analistas que componen un cartel: que sea necesariamente efímero, ahí se reducen de nuevo los efectos de cola y los efectos de implícito ligados a la lengua común.
Y luego, punto importante en el trabajo de elaboración del cartel, aquellos que poseen una lengua que los demás no dominan completamente hacen el esfuerzo de hacernos oír lo que está en el corazón de tal o cual testimonio.
Más allá de estas consideraciones, de manera indirecta, cada miembro del cartel puede escuchar algunos elementos relativos a la práctica analítica en otros países, en función precisamente de lo que cada uno sostiene sobre lo que ha escuchado de los testimonios de los pasadores, en una palabra, lo vívido, lo singular del caso, así como los límites de la eficiencia de un análisis encontrada.
Se ha de notar que lo particular del síntoma está ligado a las particularidades de lengua, a la manera en que tal significante ha marcado el cuerpo del pasador o de la pasadora. En fondo, el plurilingüismo del cartel permite pasar de la generalidad (el sentido, el goce del sentido) a las particularidades de una lengua a la que está ligada la concepción del análisis y, abriendo camino, a la singularidad (ejemplificada por el « On le sait soi » de Lacan): el plurilingüismo favorece el relevamiento de una «lengua propia», parafraseando el título de Virginia Woolf.
El plurilingüismo tiene este efecto positivo de orientar a los miembros del cartel, de «empujarlos» hacia la transmisión, ya que descarta el «por supuesto» propio de la lengua única compartida. La eventual fascinación, la adhesión a los efectos de la significación se reducen para dar cabida a la extracción de los S1 que han determinado la narración del pasante y su formalización. La experiencia ha mostrado que es posible hacer entender a un miembro del cartel que no habla la lengua del pasante (que ciertamente es conocida por otros miembros del cartel) lo que suena y resuena en la lengua del pasante, de tal suerte que pueden ser escuchadas la originalidad, la singularidad o los tropiezos de una cura.
El análisis según Lacan está hoy centrado sobre el nudo formado por el goce, lo real y la lengua, nudo que soporta un decir singular, la tarea del cartel (por no decir su deber) consiste en captar los efectos del nudo hecho mal a la entrada en análisis, su des-anudamiento (fantasma atravesado) y el desenlace de la experiencia que no es otro que el nuevo anudamiento que ha producido el análisis.
Que el plural de lenguas haya sido desde el inicio adoptado para los carteles de la EPFCL en el marco del procedimiento del pase se revela conforme a la idea de la Escuela internacional. Además, este plural permite trabajar sobre los efectos de lengua que tanto ocuparon a Lacan en los últimos años de su Seminario: tratar los goces anteponiendo los poderes de las lenguas (cf. el Seminario Aún, Les non-dupes errent, la conferencia de Roma de 1974). Babelizarse va bien con la salida anhelada del Dios único. Quien testimonia interpreta y por tanto traduce, el cartel escucha/entiende y traduce… e interpreta.
En definitiva, lo que Lacan introdujo en 1953 en «Función y campo de la palabra y del lenguaje» encuentra una fuerte resonancia en 2021 durante este año pandémico que marca de forma brutal los cuerpos y las mentes y que ha forzado a la práctica misma del psicoanálisis y del pase a modificaciones importantes que, una vez controlado el virus, será oportuno retomar. El año que acabamos de pasar hace resonar la frase de Lacan, en la página 138 de los Escritos:
«Que conozca bien la espira a la que su época lo arrastra en la obra continuada de Babel y que sepa su función de intérprete en la discordia de los lenguajes.»1
Al poner así el acento sobre Babel, sin duda tenemos alguna posibilidad de aprender algo nuevo a partir de esta transformación de la discordia en acuerdo, que a veces abre una nominación de AE.
o.
Sigmund Freud buscó la solución de una cierta preservación estrictamente formal de su discurso, en la editorial por él creada a tal fin, a la espera de que algún día algún lector pudiese rescatarlo en su verdadero decir. Lo encontró, años después, en Jacques Lacan.
Éste, más audaz o quizás más advertido, inventó el dispositivo del pase. Frente a la lengua común de la transmisión académica, apostó por las lenguas singulares, una por una, de cada análisis. No es una respuesta defensiva, como podemos observar, es una apuesta decidida, riesgosa, que apunta a la estructura misma.
Si tomamos el ejemplo de Babel, vemos la argucia de Dios. No impide construir la Torre, simplemente descompleta la lengua común y parece ser que con buenos resultados. Argucia similar la que nos presenta Lacan, no se ataca la jerarquía, solo se descompleta con el gradus. Si eventualmente algo puede hacer la contra a la lengua común no será otra cosa que la singularidad de cada una de las lenguas que el dispositivo del pase permitirá, eventualmente también, escuchar.
Esa fue la apuesta.
No fue muy bien recibida, la carta a los italianos da perfecta cuenta de ello.
La posterior disolución de la École freudienne de París también lo confirma.
Luego, la adopción sin mucha esperanza de la École de la Cause freudienne lo corrobora.
La invención freudiana, en la espera de un rescate que parecía imposible, propició la aparición de un lector que supo recoger su legado. La invención lacaniana no apunta a lo mismo, no queda a la espera de un lector, propicia más bien una multiplicidad de lenguas, el balbuceo propio de cada una de ellas, su dispersión por el mundo, como la auténtica Babel, a la espera de lo nuevo, un auténtico trabajo de transmisión colectivo.
1 Lacan J., «Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis» [Roma, 1953], en Escritos, Volumen I, siglo xxi editores, México 1976, p. 138.
Las inscripciones están cerradas.
● Documento I – Propuesta inicial – Letra del 17 de agosto de 2018.
● Documento II – Convención Europea del 12 al 14 de julio de 2019. Protocolo para la iniciación y organización de las Convenciones Europeas.
● Documento III – Convención Europea del 12 al 14 de julio de 2019. Reglamento Financiero de 13 de diciembre de 2018.
● Documento IV – Convención Europea del 12 al 14 de julio de 2019. Carta de invitación a los candidatos al comité científico de la 2ª Convención Europea.
● Documento V – Reseña de la Reunión 3era Convención europea, Roma 11/07/2021
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